ni masc ni fem but a secret third thing
mi búsqueda de identidad en un mundo donde hasta los colores tienen género.
i. supe que era gay cuando me di cuenta que me gustaban las mujeres
Hace unos días, en una de mis sesiones diarias de bedrotting, me encontré con un reel de Instagram que me llamó la atención (pensé en decir un TikTok, porque el hecho de que fuera un reel le restaba fuerza narrativa, pero qué importa). Era un video de un hombre gay que explicaba que el día en que asimiló su homosexualidad fue el mismo día en que se dio cuenta de que le gustaban las mujeres, dejándolo a libre interpretación. Inmediatamente lo guardé y lo compartí en mi círculo verde porque me había identificado mucho, y sabía que varios amigos gays también se sentirían de igual manera (y estuve en lo correcto, pues varios lo repostearon).
Yo amo a las mujeres, no de manera física o carnal, sino a un nivel mucho más espiritual. Desde muy pequeño, mis relaciones más cercanas eran con mujeres. Mi relación con mi mamá siempre ha sido mucho más estrecha que la de mi papá y yo, nunca conocí a mi abuelo, pero mi abuela ha estado presente en mi vida desde el día que nací. Nunca tuve hermanos, pero mis dos primas interpretaron ese papel. Pasé toda la primaria rodeado de niñas…mis amistades con varones eran contadas con los dedos.
Recuerdo que uno de mis primeros acercamientos con la feminidad fue cuando a mi prima menor le empezaron a regalar muñecas. Era usual que ella se quedara en mi casa los fines de semana, y ambos buscábamos diferentes maneras de entretenernos. Yo nunca fui un niño de jugar con juguetes; era más de ver televisión o leer. Y los pocos juguetes que tenía no eran carritos ni los típicos juguetes de varones… Mis juguetes eran de corte unisex, por decirlo de alguna manera.
Sin embargo, el día que mi primita comenzó a llevar muñecas a la casa, esa chispa de querer pasar horas jugando en el piso con juguetes finalmente nació en mí. Ella nunca me juzgó; estaba tan pequeña que no había formado la idea de que eso fuera inusual. Ambos podíamos pasar todo el día jugando, ya que, normalmente, yo creaba situaciones y las desarrollábamos juntos, e incluso le poníamos nombres a cada una (yo llegué a nombrar a varias).

Un día, mi abuela nos vio jugando y, de una, me preguntó directamente, desconcertada: “¿Estás jugando con muñecas?” Yo, con dos muñecas en la mano, le dije que no. Todavía puedo sentir en mis huesos la culpa que invadió mi pequeño y puberto cuerpo en ese momento. Total que estas preguntas se volvieron recurrentes, por lo que mi prima y yo comenzamos a hacer estas actividades de manera clandestina, con la intención de que nuestros familiares nunca nos vieran.
A medida que fui creciendo y las expectativas de la sociedad me tiraban contra el piso, esto se hizo menos frecuente. Recuerdo que las últimas veces que jugábamos, yo escribía un guion para que ella lo actuara con las muñecas mientras yo la grababa. Quizás era para involucrarme de alguna manera sin tener que tocar las muñecas y así no sentirme culpable, o simplemente porque, desde carajito, he sido bastante snob.
Otra instancia que viene a mi cabeza fue la vez que le comenté a una amiga que veía Violetta, la hit telenovela argentina de Disney Channel que todos conocemos. Recuerdo que se lo mencioné de manera bastante insegura, como si no supiera qué iba a responder. Su respuesta fue: “ay equis, mi primo también la ve.” (shoutout to this queen).
Mi canción favorita de Violetta. Esta escena vive rent free en mi cabeza.
Cuando estaba en primaria, todas mis amigas eran niñas. Y no tenía dos, ni tres, ni cuatro… sino un grupo completo de puras carajitas y yo. Era algo que todos sabían. Yo era conocido por “ser el niño que se juntaba con niñas”. En un momento, un chamo que era un año mayor que yo se me acercó y me dijo de manera jocosa que entendía mi plan: me la pasaba con chamas para después cuadrármelas a todas. Yo me reí de vuelta y le choqué los cinco, anhelando su validación. Todos los que están leyendo esto saben que claramente ese no era mi plan.
Pasaron los años, y mis amistades se diversificaron mucho más. Aunque les mentiría si les dijera que mis amistades más cercanas hoy en día siguen siendo con mujeres. No puedo evitar gravitar hacia la feminidad. Creo que es el aura de sensibilidad que emite y lo mucho que me veo reflejado en ella. Quizás por eso soy swiftie. A diferencia de muchas otras popstars, la audiencia de Taylor Swift está compuesta mayoritariamente por mujeres, las cuales se identifican mucho con la manera que ella tiene de escribir y expresar sus emociones… yo también lo hago.
Soy yo on a spiritual level…
Un día estaba reunido con mis amigos, tomando en el restaurante de un hotel barato en Bello Monte. En un momento de la conversación, no pude evitar notar cómo, casi por instinto, nos pusimos a hablar las mujeres con mujeres y los hombres con los hombres. Claramente yo, a diferencia de mis otros amigos varones, también quería hablar con mis amigas. Una de ellas me mencionó que “cuando hablo con ellos me pongo muy inmamable.” Fue un comentario trivial sin mucho que analizar, pero, como el overthinker que soy, me sirvió como una catarsis en ese momento: No soy una mujer.
¿Alguna vez han visto ese TikTok del mejor amigo gay quedándose esperando afuera del baño de mujeres mientras sus amigas entran juntas? Pues, así es como puedo resumir mis amistades con las mujeres. Ser amigo de las mujeres es como pertenecer a un club al cual no tienes acceso a la zona VIP, no importa lo mucho que quieras tenerlo. No me malentiendan, yo amo a todas mis amigas, y las amaré por siempre… pero las noches de chicas siguen siendo las noches de chicas, y esa es la cruz con la que tengo que cargar por siempre.
Así que….¿Qué toca? ¿Juntarme con hombres?
ii. no recuerdo la última vez que choqué los puños con otro hombre
En esa misma conversación que mencioné anteriormente, uno de mis amigos me comentó que me considera un hombre bastante femenino, hasta el punto de que casi siempre se le olvida que soy un hombre.
Aunque el comentario no debió sorprenderme, ya que hasta ese momento yo era el único hombre gay que mi amigo había conocido, no pude evitar estar en desacuerdo. No me molestó el comentario, ya que no veo la feminidad como algo negativo, solo no me sentía representado por esa declaración. No me considero un hombre femenino, por el simple hecho de que para serlo se debería sentir un rechazo casi completo por la masculinidad... pero ese no es mi caso.
Cuando empecé el bachillerato y, por lo tanto, la pubertad, mis amigas de la primaria y yo quedamos en diferentes secciones. Mi colegio era uno donde la cantidad de varones superaba a la de las niñas, por lo que éramos yo y otros 29 muchachos en un salón. La fantasía erótica para algunos, la pesadilla para mí... pero si quería sobrevivir, tenía que saber cómo adaptarme.
Me aferré al primer hombre que se me atravesó y traté de hacerme su amigo. Él me hablaba de anime, videojuegos y películas de comedia de Adam Sandler... y yo fingía que conocía todas esas cosas solo para lograr que una conversación fluyera. Eventualmente, me presentó a su grupo de amigos, todos varones, por supuesto, con los que conviví durante todo mi primer año de bachillerato.
Recuerdo las veces que me reunía con ellos. La música era algo de lo que más les gustaba hablar. Todo el que me conoce sabe que la música es una de las cosas que más amo en el mundo, pero esta era una de las conversaciones que más me incomodaba. Los artistas de los que más discutían eran Drake, Kanye y Kendrick. Esta época fue en la que el trap y hip hop estaban en su peak de popularidad, y pues... era difícil seguir la conversación cuando los artistas cuya música estaba descargada ilegalmente en mi Samsung Galaxy S3 eran Gaga, Taylor y Ariana.
Tengo un vivido recuerdo de una vez que llegué a mi casa después del colegio y me enteré que había salido el video de Problem. Lo vi a escondidas, teniendo miedo que alguien se enterara.
En un momento intenté escuchar la nueva canción de Drake solo para poder hablar de eso con los muchachos. La escuché en loop una y otra vez hasta forzarme a que me gustara, casi como si me estuviera aplicando una terapia de conversión a mí mismo.
Estaba desesperado por encajar… tanto así que tenía que fingir que me gustaba sexualizar a las mujeres y hablar de sus tetas y sus culos, porque esa era otra de las conversaciones frecuentes que teníamos. Sin importar cuánto intentara crearme la ilusión de que podía pertenecer, simplemente era imposible. Si convivir con mujeres era como ir a un club y no ser parte de la sección VIP, convivir con hombres era como ser de un mismo país, pero hablar dos idiomas diferentes.
Es curioso porque este amigo del que hablé anteriormente fue una de las pocas personas que genuinamente se sorprendió cuando salí del closet. Creo que fue porque le era imposible creer que todos los años en los que fuimos amigos eran una farsa... No fue hasta que le dejé mostrar mi verdadero yo que nuestra amistad se fortaleció.
Nunca fui bueno en los deportes tampoco. Se creó en mí un gran rechazo hacia el mundo del deporte, gracias a que nunca fui bienvenido allí cuando crecí. Siempre era de los últimos que escogían los muchachos cuando hacíamos equipos en Educación Física. Tal vez por mi estatura, o por mi delgadez, o por mi pluma, o por todas... pero nunca me dieron una oportunidad de probarme a mí mismo, y pues, yo tampoco lo intenté.
A medida que fui creciendo y entré a mi adultez, me reconcilié con mi masculinidad. Relacionaba todos estos atributos con sentimientos negativos debido a las experiencias con las que los asociaba. Durante mi adolescencia, se me hizo creer que no tenía lo suficiente para ser un hombre en el sentido tradicional, que era un maricón y que tenía que comportarme como tal.
Creo que fue cuando empecé a ver películas dirigidas a un público más masculino que me di cuenta de que no odiaba mi masculinidad. Taxi Driver fue una de las primeras que vi, y recuerdo pensar que no podía creer que me hubiera gustado tanto. También empecé a escuchar a más artistas hombres. Nunca terminé de congeniar con el trap o el hip hop, pero me di cuenta también de que me gustaba mucho el rock, sobre todo varias bandas como Nirvana o Radiohead.
Recientemente empecé a hacer ejercicio y resulta que me gusta también. Estoy hasta abierto a la idea de jugar algún deporte, algo que mi yo de 14 años jamás en su vida se podría creer. Resulta que no odiaba mi masculinidad, sino que odiaba que no me dejaran expresarla como yo quisiera.
Pero… ¿Es posible que ambas partes de mí puedan coexistir?
iii. la mujer y el hombre de la relación
Desarrollarme en un ambiente queer hizo que pudiera entender todos estos temas de manera más profunda que cualquier otra persona que no haya tenido la misma experiencia. Pero, aún así, el decir que los roles de género no siguen presentes en la comunidad es simplemente una vil mentira. Resulta que tratar de deconstruir una sociedad binaria patriarcal no es tan fácil como suena.

Desde que empecé a explorar mi vida sexual, siempre me dio miedo admitir abiertamente que mi preferencia era ser pasivo. Sobre todo por el estigma que conlleva eso y por el hecho de que, automáticamente, sería considerado “la mujer de la relación.” Mi rechazo era tan grande que hubo un tiempo en el que prefería decir que era versátil para, así, parecer un ente misterioso y que nadie pudiera asignarme nada.
La cantidad de hombres con los que he salido y que me han tratado como su “novia” es incontable: desde usar palabras en femenino para referirse a mí todo el tiempo, hasta pagarme todas las citas e incluso abrir y cerrar las puertas de los carros como si fuera una princesa. Era una actitud que encontraba dulce, obvio, pero no podía evitar ignorar el subtexto de por qué lo hacían, pues se creían “el hombre de la relación.”
Recientemente me enfrenté cara a cara con el elefante en la habitación. Invité a salir a un chico con el que llevaba viéndome varias semanas, y este me dijo que no porque no tenía dinero. Cuando le ofrecí pagar la cita, se rehusó, pues, en sus propias palabras: “el activo es el que tiene que proveer.” Desde ese entonces, no le escribí más. Es increíble cómo los roles de género existen en todas partes, incluso donde no los hay. Sí, me gusta que me den por el culo… eso no quita que sea un hombre al que le gusten otros hombres.
Aprendí a aceptar que mis preferencias sexuales no definían mi expresión de género ni con la que me gusta ser percibido, así que he tratado de evitar salir y convivir con personas que traten de hacerlo por mí. Hasta por mi parte, he descubierto que me atraen más los hombres que pueden estar cómodos expresándose como ellos quieran, de la misma manera que lo hago yo. No estoy atraído solo por la masculinidad o por la feminidad, sino a ambos por igual.
Estoy orgulloso de poder decir que he logrado hacer que mi energía masculina y femenina convivan armoniosamente. He entendido que no tengo que encajar en una ni en la otra, sino que puedo expresar ambas cuando yo quiera y como yo quiera. No me identifico con ser un masc gay o un fem gay, porque soy ambos y, al mismo tiempo, no soy ninguno. Amo Breaking Bad y amo Girls. Escucho una canción de The Weeknd y luego una de Ariana Grande. Me muevo entre mi feminidad y masculinidad todo el tiempo… porque para mí no existen barreras. Mi expresión de género es mía y yo soy el que la define, no mi sexualidad.

He estado reflexionando sobre esto las últimas semanas, no sé, creo que es porque todos los días entro a Twitter y veo el interminable discurso sobre la gente trans, y me entristece ver cómo hay personas que viven tan miserablemente, regidas por calabozos mentales que ellos mismos han construido.
¿Y yo? Yo me siento más libre que nunca. Espero que más personas puedan sentirse también algún día.
gritalo!!!!